“Una ventana abierta”: arte animal en la cárcel
Treacy Ziegler trabaja con el proyecto “Una Ventana Abierta,” un socio del Centro Para Acción Transformativa afiliado a la Universidad Cornell. Ziegler compartió sus experiencias con los presos en una cárcel de máxima seguridad.
Cuando me encontré con una clase de hombres, presos en una cárcel de máxima seguridad; hombres sentenciados a cadena perpetua, les dije que quería que desarrollaran sus habilidades de “ver” a través del aprendizaje de cómo dibujar desde el punto de vista de “la vida”. Dibujar desde “la vida” no significa dibujar a partir de una foto o a partir de la imaginación, sino que dibujar desde la perspectiva del mundo que les rodea. Un preso me comentó que en la prisión no había “vida” para dibujar. Le respondí que ese era el reto; que sí había vida en la cárcel, sólo que teníamos que esforzarnos más para encontrarla. Traje especímenes de aves a la prisión. El espécimen, abre la ventana a la vida que debemos explorar si deseamos aprender a conectarnos al mundo que compartimos.
Este proyecto se basa en la idea que la comunidad que existe en la cárcel vive una experiencia más profunda y compleja y esta se puede conectar o expresar a través del arte. Esta experiencia completa ocurre cuando los artistas como espectadores, son vistos como participantes iguales en el poder creativo y transformativo del arte. Cuando se experimenta con el arte creando una colaboración entre el espectador y el artista dentro de un mundo compartido, se alivia el sentido deshumanizante de la vida en la prisión.
Este proyecto presenta el arte como un modo nuevo y distinto de ver el arte. El arte no es una herramienta de terapia ni de rehabilitación. Es algo “espiritual” en el sentido de que no cabe en una definición ordenada y nadie puede dictar qué o a quién eventualmente influirá. Por el contrario, la prisión tiene paredes de concreto, celdas, rutina, horario rígido. Nada es ambiguo; los presos son presos, y los guardias son guardias.
Inicialmente cuando le pedí a 22 cárceles si yo podría mostrar mi arte en sus instituciones, mi carta e ideas eran ambiguas como mi arte. Esto fue intencional. Yo sabía que no hablaba el idioma carcelario. También sabía que las prisiones que me respondieron de manera positiva querían tomar riesgos e intentar algo nuevo. Creo que las instituciones que no le dan la bienvenida a las sorpresas ni a la ambigüedad, no le pueden servir a los vivos. Ser ambiguos está en la naturaleza de los seres vivientes. La meta de este proyecto es facilitar que ambos, institución y los individuos en la misma, se aventuren do forma más profunda en la ambigüedad del arte.
Doné 47 cuadros grandes a otra cárcel, y muchos son pinturas de aves que hice en el museo de vertebrados en el Laboratorio de Ornitología de Cornell. Yo exploro sus efectos en la experiencia carcelaria. Un preso no estaba seguro de que quería levantarse cada día y ver mis cuadros, pero concluyó que fueron mejor que nada, y cada vez que miraba las pinturas veía algo diferente,: lo que me hizo concluir que las pinturas, a pesar de que no eran su cosa favorita, lo obligaban a ver las cosas de forma diferente.
Las aves que me interesan son las que no se pueden escapar de la tierra y el cielo las atormenta. Pinto las aves grandes, cuyos tamaños sugieren que el volar les cuesta mucho. Además de las aves no voladoras, tengo interés en nuestra experiencia con el espacio confinado y ambiguo.
El arte no soy yo mirando al mundo, sino yo relacionándome en el mundo. Le digo a los presos que si ellos estuvieran dibujando una foto de su familia desde “la vida”, notarían detalles. Una les di un ejemplo, “Allí está tu tía Sadie, la única persona que pensaba que eras bueno, y ahora ella se está muriendo. No la dibujes como una foto tomada con una cámara. A la cámara no le interesa la tía Sadie. La cámara no hace una distinción entre ella y la silla en la cual ella está sentada.”
Los hombres dijeron, “Sí, pero puedo ver la foto de mi tía Sadie y sentir lo mismo.” Yo les dije, “lo que no puedes ver en la foto es como tu tía Sadie te mira cuando ella se da cuenta de que tú sabes que se está muriendo.” El arte no es ver el mundo, sino cómo ves al mundo viéndote.
El momento en el cual ves al mundo viéndote es cuando la experiencia ocurre; es cuando la vida sucede. El artista que pasa mucho tiempo “dibujando la vida” entiende la relación entre él mismo y todo lo que hay en el mundo. Después de observar una ave disecada por largo tiempo, comienzas a sentir una conexión invisible con esa ave, tanto así que cuando te mueves, es como si ésta se fuera a mover contigo. Es un sentimiento extraño.
Cuando voy al museo de los vertebrados en Cornell, me siento a esperar hasta una que de esas aves inanimadas “me hable.”